En la actualidad hay una mortífera enfermedad, sin apenas síntomas ni dolores aparentes, pero cuyos efectos, son mucho más dañinos para la salud y bienestar del hombre, que cualquier enfermedad hasta hoy conocida. Dicha enfermedad se llama: mediocridad. La propagación de dicha enfermedad, se suscita por contagio ambiental. No por transmisón de sangre, saliva, fluídos o elementos víricos, sino por la influencia del ambiente que rodea al individuo y que puede, pausada y silenciosamente, infectar al hombre. Gracias a Dios, y a la voluntad del hombre, se ha hallado cura para tan terrible padecimiento. La medicina que combate a dicha dolencia se llama: magnanimidad. El prospecto médico nos dice que la magnanimidad es la grandeza de ánimo, el noble deseo de dedicar la propia vida a grandes ideales. Dando así respuesta al designio divino inscrito en el corazón del hombre. Esto es a trascender. Utilizando la jerga deportiva, todos llevamos dentro un campeón. Pero este campeón ha de hacerse, a base de esfuerzo, sacrificio y tenacidad.
Dicha enfermedad, la mediocridad, tiene múltiples formas de presentarse en la vida del hombre: tibieza, carácter pusilánime, inconformidad, etc. Pero todas ellas mantienen en común, una soporífica sensación de insatisfacción, que provoca irremediablemente que el enfermo se vea abocado al más triste de los finales posibles: El vacío existencial. Su vida poco a poco se irá apagando como se apaga una vela, pero en lugar de alumbrar y dar luz a los que le rodean, se extinguirá debido al vacío de ideales en su existir. Y es precisamente el vacío de ideales, lo que comporta la más amarga de las carencias en la vida del hombre. Ya que como dije anteriormente, por natura el hombre está llamado a acometer grandes empresas en su vida.
Por lo tanto, si tenemos la receta empleémosla. Levantemos la mirada del suelo, y alcemos el vuelo hacia altas cotas, por que si hemos sido llamados para volar como águila imperial, por que volar como ave de corral.
Dicha enfermedad, la mediocridad, tiene múltiples formas de presentarse en la vida del hombre: tibieza, carácter pusilánime, inconformidad, etc. Pero todas ellas mantienen en común, una soporífica sensación de insatisfacción, que provoca irremediablemente que el enfermo se vea abocado al más triste de los finales posibles: El vacío existencial. Su vida poco a poco se irá apagando como se apaga una vela, pero en lugar de alumbrar y dar luz a los que le rodean, se extinguirá debido al vacío de ideales en su existir. Y es precisamente el vacío de ideales, lo que comporta la más amarga de las carencias en la vida del hombre. Ya que como dije anteriormente, por natura el hombre está llamado a acometer grandes empresas en su vida.
Por lo tanto, si tenemos la receta empleémosla. Levantemos la mirada del suelo, y alcemos el vuelo hacia altas cotas, por que si hemos sido llamados para volar como águila imperial, por que volar como ave de corral.
11 comentarios:
Sí Señor, esto es animante. Ha vuelto a aparecer la calidad del escrito: es una pena que no se prodigue. Deseo que muchos, jóvenes y no tan jóvenes lo lean y se animen. Lupita, ¿no comentas nada? ¿Cómo lo ves?
Eres como el silencio del invierno que eclosiona en primavera y se hace color, música, verdor... Valió la pena esperar.
De todos modos, no nos prives de tanta riqueza.
Haz un hueco en tus tareas, respira y enriquécenos.
"alcemos el vuelo hacia altas cotas, por que si hemos sido llamados para volar como águila imperial, por qué volar como ave de corral".
Te seguiremos rumbo a las estrellas.
Un fortísimo abrazo.
La recomendación hecha en otro blog, ha sido la curiosidad que me ha llevado hasta aquí.
"Porque nos vamos a conformar con ser un seiscientos si podemos ser un jaguar, con esfuerzo y tesón"
Un abrazo
Ocupado estás, amigo mío, y no dejan tus ocupaciones espacio para compartir todo lo que de riqueza llevas dentro. Lo primero es lo primero. Te animo, no obstante, a que -trapero del tiempo- confecciones una buena cobija con las colillas de tiempo que tú sabes muy bien aprovechar.
Un animante saludo.
Trapero del tiempo, eres como el invierno que guarda, bajo capa de nieve, la semilla poderosa que se abrirá paso al calor de la primavera. Te haces de rogar. Pero el fruto de tan ansiada espera compensa y recompensa.
De todos modos, no tardes mucho.
Veritas Odium Parit.
Un abrazo.
THE PEACEMAKER
Me ha encantado. Tienes que mantener esta línea, de optimismo y a la vez de realismo, puesto que lo que dices es el pan ntro de cada día.
Ha sido un gran artículo.
Mantente... que no es poco.
Lupita
Esto se anima, amigo Trapero. Es cuetión de fe, paciencia y buen hacer.
"Veritas odium parit". La verdad escuece. La verdad hiere. La verdad, también y sobre todo, hace libres. Aun cuando, a veces, cueste encajar el golpe.
Por cierto: ¿por dónde andas?
Carísimo Alberto: la paciencia todo lo alcanza. Incluso el que, desde lugares tan lejanos, entren comentarios tan ricos en contenido. Incluida la sentencia latina.
Creo que vale la pena que le dediques un poquito -no mucho- de tu tiempo.
Un fortísimo abrazo.
la magnanimidad es algo que deberiamos cultivar todos, y necesaria en tantos lugares hoy dia... hay muchas formas de ver las cosas, pero el modo de ser del magnánino siempre ayuda. Gracias por tu blog.
Yo sólo pido que no me tapen el sol, que me permitan seguir maravillándome con el brote de una flor, o con el llanto de un niño o con un amanecer sobre el mar; que me permitan seguir disfrutando de Dios en la cumbre del Tres Obispos en los Ancares, que sepa levantarme de mis caídas y que aprenda a perdonar cada día con más sinceridad y desinterés. Admiro las reconcialiaciones me gustan, y quiero disfrutar de ellas, luchando contra mis mediocridades. Porque creo que la magnanimidad, sin ser egoísta, el primero que la disfruta es uno mismo, al hacer la vida más agradable a los demás.
Un abrazo Benancio, a ver cuando nos volvemos a ver y platicamos.
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