Aprovechando el tirón navideño, me acerco hasta unos grandes almacenes para ir seleccionando mi lista de encargos, para tan entrañanables fiestas. Al pasar por la sección de zapatería, llamó mi atención como compartían, por falta de espacio, el mismo mostrador dos modelos de zapatos diametralmente opuestos: Unas delicadas bailarinas y unas toscas botas ars. He de confesar que sufrí al imaginar lo que toda chica padecería, al meter su delicado pie en semejante "invento". Pero pensé también, en como las tendencias de la moda van amoldando nuestra elegancia a los patrones establecidos por los gurús del textil. ! Cómo si la elegancia fuera un vestido que pudiéramos comprar y usar cuando la ocasión lo amerite ¡.
La elegancia comprende más que el vestir. Es el reflejo del orden y la armonía de nuestro interior. El refranero popular dice que los ojos son el reflejo del alma, de la elegancia algo similar podemos decir. Ella es también manifestación de nuestra elegancia interior. Ya que hablar de elegancia, es hablar de un cúmulo de virtudes que configuran la elegancia de una persona. Y esto se nota. Ella deja tras de sí, una suave estela que atrae y contagia a los que con ella se topan. Y como las buenas esencias, perdura tras largo tiempo.