sábado, 24 de febrero de 2007

AUSENCIA EN LA PRESENCIA




Ausencia en la presencia es el título de este de post, ya que eso es lo que ha sido la vida de este blog en estos últimos meses. Un dejar de estar, estando. Y es el encabezado que quiero dedicar a todas aquellas personas, que estando siempre tras bambalinas, en segundo plano, hacen posible que la sinfonía de la vida, suene siempre con la armonía del gran director. Y recogiendo las palabras de un gran amigo, les digo, y me digo, a todos los que somos parte del atrezzo de la vida, que "Es una suerte poder trabajar en silencio y que nadie te de las gracias: así vas oyendo los aplausos del cielo."

Gracias D. Alberto

5 comentarios:

Alberto Portoles dijo...

José Alberto ¡si escribieras más! ¡qué gran comunicador eres! Enhorabuena por despertar del seuño blogiano

Anónimo dijo...

muy estimado Alberto , es un placer leer tus blogs y como todos te deja algo para pensar

Mastropiero dijo...

Admirado P. Alberto (a) "Venas":

¡Qué gusto encontrarme con tu blog! Se necesita calma, un buen puro y un buen tequila para asimilar la amplitud de tu pluma.

Enhorabuena por tu decisión de comunicarte profundamente con tus ciber-lectores.

Un gran abrazo,

Mastropiero (a) "Nacho Pinto"

Anónimo dijo...

Caaveiro o de la vida en las Fragas del Eume

Quisiera ser poeta por cantar
la niebla que se agarra a la maleza,
el sol, que sólo alumbra para ver
el frío suelo y húmedo que exhala
vapor...
vivos, perennes, recuerdos del pasado;

aún oigo a los monjes trabajando,
orando,
hablando
en los pasillos
los susurros
de Dios, del sol, la Tierra, del invierno...
aún escucho sus cantos resonando;
oíd, que toca el órgano divino:
el agua cuando fluye,
el pájaro que cantas las mañanas,
el viento que acaricia las ventanas
que se abren en las copas de los árboles;

aún oigo los rumores de sus pasos,
el roce de los hábitos,
silencio,
allá, en la lejanía se oye un carro,
las ruedas, paso lento, van golpeando...
silencio, tras silencio yo las oigo,
como oigo
los ecos
del canto del monasterio.

El monte permite que lo habiten
aquellas telas ásperas, las cruces,
las figuras silenciosas de los monjes
que en voz grave
alaban en sus cantos lo creado,
haciendo una simbiosis tan perfecta
que ya no habrá monte sin monasterio.

Quisiera ser poeta por cantar
lo que me cuenta el monte
al despertar...




Guillermo Pereira Sáez
Caaveiro, 2-III-2007

caminante dijo...

Amigo Alberto, trabajar en silencio es lo nuestro. Cierto. Pero hay que romper a cantar por las calles y plazas, hay que hacer partícipes a los demás de los dones que hemos recibido. Y lo tuyo, está claro, es escribir.Tienes el don de la palabra.
Y sí que te invito a que oigas los aplausos del cielo. Que no los ahoguen los míos. Sería malo.
Un fortísimo abrazo.