A continuación, me hago eco de una entrevista publicada en EL PAÍS, el pasado 3 de agosto a TONI NADAL, tío y entrenador de Rafa Nadal.
Toni Nadal fue un niño internado en un colegio de Palma, donde el director, amigo de sus padres, le decía: “En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse. Yo me aguanto, tú te aguantas y él…”. Aguantó Toni lo suyo, tenis de día y clases de Historia y Derecho de noche, y por ese camino de estudios inacabados terminó siendo la mirada de acero que dirige a Rafael Nadal, su sobrino, tetracampeón de Roland Garros y este año Rey de Wimbledon.
Cada torneo es su ocasión para visitar museos. Pero su sobrino se escaquea.
“Y eso es lo que no hace la gente hoy en día”, dice el técnico. “Aguantarse. Todo son pegas. Sin darle un concepto religioso, la gente es menos sacrificada. Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafael. Le digo: “Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y éxito, tendrás que aguantarte, porque habrá cosas que no podrás controlar. Morirá un familiar. Te dejará la novia. Y te tendrás que aguantar”. Eso se tiene que entrenar, lo mismo que en el tenis el drive. Es fundamental para ser más feliz y mejor persona”.
Detrás de Rafa Nadal y todos sus silenciosos rituales para controlar los tiempos del partido y elegir los mejores caminos hacia la victoria están Toni Nadal y su visión espartana de la vida. Detrás del técnico, sin embargo, también laten el hombre interesado por la historia de Roma y de la II Guerra Mundial; las reflexiones escandalizadas sobre las figuras de Speer y Von Ribbentrop en la Alemania nazi y el gusto por el arte. Cada torneo, cada viaje guiando la carrera del número uno, es una posibilidad para Uncle Toni, que le dicen los anglosajones. El técnico visita el MOMA en Nueva York, disfruta del Louvre en París, y siempre vuelve a sus queridos pintores impresionistas en el Musée d’Orsay. Allí, mientras se pierde entre lienzos de Cézanne, quizás antes de detenerse ante su admirado Le Bal au Moulin de la Galette de Renoir, Nadal, el tío, sigue macerando su discurso, que es el de la exigencia constante, y que ha transmitido a su sobrino desde los días en los que éste era un niño convencido de que su tío podía hacer llover o convertirle en invisible. Nadal, el zurdo que debió elegir entre la pesca, el fútbol y el tenis, se libró de museos. Del resto, no. El mallorquín nació con el cuerpo de un atleta. Aprendió y sigue aprendiendo los golpes de un maestro. Y ayer, hoy y siempre mantuvo un relativismo vital y una insatisfacción permanente, transformada en deseo de mejora, que es la marca indeleble de una vida pasada en compañía de su entrenador.
“No he sido estricto con él sólo porque crea que eso es lo que da la posibilidad del éxito”, argumenta su tío, que tiene tres hijos. “Maradona, Romario, Ronaldinho, distintos tenistas… no tuvieron un comportamiento estricto. No soy tan tonto como para creer que por esta actitud Rafa está arriba, pero me gusta como enfoque vital. Esto es un juego. Creerse alguien por jugar al tenis sería tan estúpido como creerse alguien por jugar bien al escondite”.
Nadal, el tenista, rechazó ocupar un hotel de lujo en uno de sus primeros viajes a Australia. Se encontró una carta con todos los fallos cometidos nada más conquistar su primer grande. Y aprendió qué es lo que debe comer un deportista cuando perdió un partido entripado de cruasanes con nocilla. Detrás de cada uno de esos movimientos, formando a la persona y al deportista, siempre estuvieron Toni, sus cómplices gestos, su cariño indisimulado y sus audibles silencios. En su ausencia, los pecados. Nunca rompió el campeón una raqueta de tenis. Y, sin embargo, observa su tío, ya lleva varios mandos de consola destrozados.
“Me gustaba que Rafael fuera austero”, explica el técnico. “Pasamos muchas horas juntos y fui un tipo duro con él. No le quedó más remedio que adaptarse a mi forma de ver la vida. Ya desde los tiempos de los filósofos griegos se cuestionaba de dónde venía la felicidad y si se llegaba a ella por el trabajo o el placer. Los estoicos o los hedonistas”, observa Toni, siempre amable. “Yo creo que a la felicidad se llega antes por el trabajo y la disciplina. Es lo que quisiera de mis hijos. Es mejor para lo sociedad que no tuvieran apetencia de todo. Abusamos de lo material. Es en lo que intento encauzarles. Eso no significa tener una actitud dictatorial, pero en esta sociedad parece que esté mal vista la disciplina. Y la disciplina, como el respeto, es necesaria”.
Toni Nadal fue un niño internado en un colegio de Palma, donde el director, amigo de sus padres, le decía: “En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse. Yo me aguanto, tú te aguantas y él…”. Aguantó Toni lo suyo, tenis de día y clases de Historia y Derecho de noche, y por ese camino de estudios inacabados terminó siendo la mirada de acero que dirige a Rafael Nadal, su sobrino, tetracampeón de Roland Garros y este año Rey de Wimbledon.
Cada torneo es su ocasión para visitar museos. Pero su sobrino se escaquea.
“Y eso es lo que no hace la gente hoy en día”, dice el técnico. “Aguantarse. Todo son pegas. Sin darle un concepto religioso, la gente es menos sacrificada. Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafael. Le digo: “Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y éxito, tendrás que aguantarte, porque habrá cosas que no podrás controlar. Morirá un familiar. Te dejará la novia. Y te tendrás que aguantar”. Eso se tiene que entrenar, lo mismo que en el tenis el drive. Es fundamental para ser más feliz y mejor persona”.
Detrás de Rafa Nadal y todos sus silenciosos rituales para controlar los tiempos del partido y elegir los mejores caminos hacia la victoria están Toni Nadal y su visión espartana de la vida. Detrás del técnico, sin embargo, también laten el hombre interesado por la historia de Roma y de la II Guerra Mundial; las reflexiones escandalizadas sobre las figuras de Speer y Von Ribbentrop en la Alemania nazi y el gusto por el arte. Cada torneo, cada viaje guiando la carrera del número uno, es una posibilidad para Uncle Toni, que le dicen los anglosajones. El técnico visita el MOMA en Nueva York, disfruta del Louvre en París, y siempre vuelve a sus queridos pintores impresionistas en el Musée d’Orsay. Allí, mientras se pierde entre lienzos de Cézanne, quizás antes de detenerse ante su admirado Le Bal au Moulin de la Galette de Renoir, Nadal, el tío, sigue macerando su discurso, que es el de la exigencia constante, y que ha transmitido a su sobrino desde los días en los que éste era un niño convencido de que su tío podía hacer llover o convertirle en invisible. Nadal, el zurdo que debió elegir entre la pesca, el fútbol y el tenis, se libró de museos. Del resto, no. El mallorquín nació con el cuerpo de un atleta. Aprendió y sigue aprendiendo los golpes de un maestro. Y ayer, hoy y siempre mantuvo un relativismo vital y una insatisfacción permanente, transformada en deseo de mejora, que es la marca indeleble de una vida pasada en compañía de su entrenador.
“No he sido estricto con él sólo porque crea que eso es lo que da la posibilidad del éxito”, argumenta su tío, que tiene tres hijos. “Maradona, Romario, Ronaldinho, distintos tenistas… no tuvieron un comportamiento estricto. No soy tan tonto como para creer que por esta actitud Rafa está arriba, pero me gusta como enfoque vital. Esto es un juego. Creerse alguien por jugar al tenis sería tan estúpido como creerse alguien por jugar bien al escondite”.
Nadal, el tenista, rechazó ocupar un hotel de lujo en uno de sus primeros viajes a Australia. Se encontró una carta con todos los fallos cometidos nada más conquistar su primer grande. Y aprendió qué es lo que debe comer un deportista cuando perdió un partido entripado de cruasanes con nocilla. Detrás de cada uno de esos movimientos, formando a la persona y al deportista, siempre estuvieron Toni, sus cómplices gestos, su cariño indisimulado y sus audibles silencios. En su ausencia, los pecados. Nunca rompió el campeón una raqueta de tenis. Y, sin embargo, observa su tío, ya lleva varios mandos de consola destrozados.
“Me gustaba que Rafael fuera austero”, explica el técnico. “Pasamos muchas horas juntos y fui un tipo duro con él. No le quedó más remedio que adaptarse a mi forma de ver la vida. Ya desde los tiempos de los filósofos griegos se cuestionaba de dónde venía la felicidad y si se llegaba a ella por el trabajo o el placer. Los estoicos o los hedonistas”, observa Toni, siempre amable. “Yo creo que a la felicidad se llega antes por el trabajo y la disciplina. Es lo que quisiera de mis hijos. Es mejor para lo sociedad que no tuvieran apetencia de todo. Abusamos de lo material. Es en lo que intento encauzarles. Eso no significa tener una actitud dictatorial, pero en esta sociedad parece que esté mal vista la disciplina. Y la disciplina, como el respeto, es necesaria”.
4 comentarios:
Un auténtico CRACK RAFA. También es cierto que tiene un buen maestro tanto en lo humano como en lo deportivo.
Muy merecido el PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LOS DEPORTES. ¡ FELICIDADES A LOS DOS !
Nada añado. Sólo quiero dejar constancia de mi paso.
¡¡¡Envidio tu modo de escribir!!!
Un abrazo.
ME ENCANTA COMO ESCRIBES, NO DEJES DE HACERLO, PERO TAMBIEN UN LIBRO, COMO EL QUE YA ESCRIBISTE. MUY BUENO.
nuevo blog Buscadora de sonrisas
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