miércoles, 30 de mayo de 2007

D. CARLOS AREÁN: ALMA CELESTE

Domingo 27, 5 de la tarde. Enciendo el transistor para escuchar el crucial partido del Celta. Pasan los segundos y no escucho nada, dudo de que haya sintonizado bien la estación, o que las pilas pidan un recambio… pero no, al final oigo un suavísimo murmullo entre la afición. Transcurrido un minuto por la megafonía anuncian que ha muerto D. Carlos Areán, párroco de Santa Lucía del vigués barrio de la Salgueira y durante muchos años, capellán del Celta. Entonces comprendí el porqué del singular silencio. Comienza el partido, pero mi mente y mi corazón estaban ya lejos del estadio. Es entonces cuando pienso o intento imaginar, como tuvo que ser el encuentro entre Dios y D. Carlos, no en el más allá, sino en el cielo. Reviso los tratados de filosofía y teología estudiados durante mis años de Seminario, confiado de hallar en ellos la respuesta, pero los apurados apuntes, seguían sin aclaran mis inquietudes.

El celta logra empatar el partido. De repente un ruido como del cielo, como de un viento recio, resonó en todo el estadio. Entonces, una luz como del Espíritu Santo (Solemnidad de Pentecostés en la que murió), me hace imaginar como sería la llegada de D. Carlos a la patria celestial. En un principio, pensé en gaiteros tocando la Rianxeira, pero no, a su entrada al cielo, miles de aficionados del Real Club Celta, ya fallecidos, entonaban al unísono, el único cántico posible en estas situaciones: “You'll never walk alone” (Nunca caminarás solo). No sabría decir con exactitud que idioma era, sólo sé que en el cielo no hay traductores, porque el lenguaje de los hijos de Dios es universal. Al escuchar la letra, durante un instante en el horizonte se divisaba cómo la Iglesia celeste y la Iglesia militante, se unían formando un sólo coro. La primera orando por su eterno descanso, la segunda alabando su llegada a la patria definitiva. El gran silencio de Balaídos, durante ese minuto inicial, fue un sonoro eco que se unió al canto de la hinchada celestial.

Todo lo entiendo mejor. En sus 71 años, D. Carlos nunca ha caminado sólo, ni antes ni ahora en la eternidad. Dios lo ha acompañado toda su vida. Dios ha hecho que él haya sido un coloso, en busca de ganar no sólo partidos con su querido celtiña, sino sobre todo, su ansia por acercar y ganar almas para Dios. Sea donde fuere. En la Salguiera, en el Seminario, en el Instituto, en el Tribunal eclesiástico o postrado desde su cama en el hospital. Por lo tanto un único objetivo: Para Dios toda la gloria. Como el buen delantero tiene tatuada la portería rival en su frente, D. Carlos tenía tatuado en su alma sacerdotal el ganar, lo repito, almas para Dios, el desgastarse por los demás, en beneficio de los demás. En definitiva, ser alfombra blanda sobre la que pisen los demás.

Mientras D. Carlos entra, la gradería enfervorizada sigue cantando la conocida canción. Su entrada es pausada, cadenciosa, llena de señorío, como la de un Káiser (emperador) dentro del terreno de juego. Dominando la situación, ejerciendo como en tantas ocasiones, su liderazgo habitual que hace fácil el difícil arte de ayudar a los demás a descubrir, desarrollar y eliminar barreras para desarrollar su particular potencial. Es decir, para buscar la santidad personal. Pero veo que no hay sólo banderas ni bufandas celtiñas. Aparecen también banderas de su querido Portugal y de su otro gran amor. La Virgen: Nuestra Señora de Fátima. Sigue su pausado caminar, y finalmente, llega ante la deseada presencia del Padre. El paternal abrazo que recibe y el susurro amoroso de Dios a su hijo, hace que las palabras sobren. Pero entre los alaridos de los aficionados, alcanzo a percibir un emotivo: ¡Gracias hijo por ser feliz y hacer felices a los demás!.

Domingo 27, 18: 52. Minuto 94. ¡Penalti en Balaídos! ¡Gol del Celta! Se acaba el partido, ¡gana el Celta! Una vez más, desde el cielo D. Carlos sigue haciendo de las suyas. Descanse en paz: D. Carlos Areán.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Bonito, emotivo, bien escrito! Cuando leo algo así me digo, ¡cuánto ha valido la pena vivir para esta persona! ¡Vivir así para nunca morir! D. Alberto, quizá sólo por su post a d. Carlos le haya valido la pena vivir, para que cantemos su buen hacer. ¿Será usted el próximo capellán del Celta? ¿Ese curiña con un acento entre vigués y mexicano?

Unknown dijo...

alberto. Gracias por tu post que realmente me ha conmovido. No se si la entrada en el cielo de D. Carlos habrá sido así, pero es posible. Solo decirte que nos ha dejado a los demás una estala de cariño y temple cristiano y sacerdotal. ¡olé, torero!!!

Anónimo dijo...

me resulta esperanzador saber que cuento contigo, entre mucha gente y muchas situaciones cuando un alto me detiene frente al hotel méxico, solo puedo suspirar y agradecer el haberte conocido, el haber podido compartir contigo en su momento tantas cosas hermosas... espero verte pronto, ya revisé el tema para el protocolo, suena interesantísimo, voy a consultar con los asesores para ver si es que se puede insertar en el perfil del master, de todas maneras si se te ocurre algo más aqui estoy en espera para armar un plan b... te mando un fortisimo abrazo! mi virgen es Ma. Auxiliadora, salesiana por siempre!... a ella te encomiendo...

Anónimo dijo...

Alberto nunca dejas de sorprenderme con tus artículos.
Este la verdad es que no tiene desperdicio realmente me dejo profundamente conmovido.
Me encanta tu manera de expresar las cosas y hacérselas sentir a los demás.
Te felicito y fijo que D. Carlos esta orgulloso de que nos contases de esta manera tan estupenda su entrada en el cielo.
Animo y sigue deleitándonos con tus articulos.

caminante dijo...

D. Carlos es una de esas personas que pasan por la vida haciendo mucho bien con muy poco ruido. Lo digo en presente, porque los buenos dejan estela por la que otros navegantes surcan el mar de la vida arrastrados por el barco que abre rutas. D. Carlos con su andar pausado y su mirada llena de ternura y agudeza, me hce recordar un pasaje clásico: "Elephantes agebantur magna mora". Parece que arrastren su pesadez, pero conquistaron Roma. D. Carlos conquistó muchos corazones no para sí, sino para el divino Capitán. Corazones que, transidos de Amor, prenden fuego en otros corazones. Y el incendio continúa imparable avivado por el Viento recio del caminar pausado de D. Carlos. Y ahora más. Desde el seno de la Trinidad.Porque supo siempre repartir, sin quedarse con lo recibido.
Y ganará muchos partidos. En el último minuto y de penalty. Como lo hizo tantas veces en su vida con tantos amigos que dejó, como el buen torero, a los pies del Maestro. Recibida la estocada no pudieron sino decir: Maestro, ¿dónde vives?. Fueron, vieron, llenaron sus cántaros de Amor y, apasionados, recorren los caminos de la tierra buscando otros locos para este Manicomio.
Un fortísimo abrazo.

Fátima F dijo...

Algunas personas no compreendem, pero eu penso que a Dios le gusta mucho el futbol ;)
Arriba Celta...D. Carlos estará torcendo