miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cantinflear *


198.

A lo largo de nuestra vida hay fechas o acontecimientos que quedan marcados para siempre. El primer par de botas de futbol, la primera kitty, mi primera (y única) matrícula de honor(en plástica), el primer beso, el día de nuestra boda, o el día que despidieron a nuestro jefe, etc. Momentos todos ellos, que han marcado nuestra vida, de lo contrario no los recordaríamos con tanto énfasis. Así a bote pronto recuerdo con total nitidez, el lunes 19 de marzo de 2001. Día del Padre, Día del Seminario. Día festivo.

Con tal motivo se nos pidió a los seminaristas, que en nuestras parroquias diéramos un testimonio sobre el Semianrio. ¿Quién mejor para hablar del Seminario que un seminarista? Eso mimo pensaba yo hasta ese día. Pero que equivocado estaba. Mi parroquia es una de las más grandes de la ciudad. Misa de 12, es decir, la iglesia a rebosar y de repente tras anunciar el sacerdote a bombo y platillo que hoy por ser la festividad del Seminario, uno de los seminaristas de la parroquia hablará del mismo. Y ese era yo. Hay que decir que muchos sacerdotes han descubierto su vocación en testimonios como este, el mio lo que hizo fue quitarle la vocación a aquellos chavales que se estaba planteando la vocación al sacerdocio. ¡ Qué Dios y esos jóvenes me perdonen !

Pues nada, me lazno directo al micro del ambón, comienzo a explicar lo que es el Seminario y tras una hora (según yo) de predica, levanto la cabeza del papel y sólo veo a cientos de personas que asombradas (por la incoherencia verbal) asienten comprometidas a lo que decía. Mientras tanto, poco a poco notaba como me faltaba la respiración, el oxígeno no llegaba a mi cerebro y para rematar la faena a la mitad del brillante testimonio dije: "me trabé, ya no sé más". ¡ Trágame tierra ! Menos mal que D. Benito desde el altar, arreglo el desaguisado y me echó un capote, para salir si no a hombros, si por lo menos por el burladero de la sacristía.

Años después compadezco a mis sufridores feligreses. Y reconozco lo importante que es para nosotros sacerdotes, el preparar muy bien las homilías. Que importante es también el que evitemos todo protagonismo individual y a su vez ser conscientes de que el sacerdote no debe improvisar cuando proclama y enseña la Palabra de Dios y por supuesto no debe comunicarse a sí mismo, sino a dos mil años de comunión en la fe, y de tradición de la Iglesia, es decir a Cristo. Y este mensaje solo puede ser transmitido a través de la propia existencia y una vida interior.

Muchs veces los sacerdotes pecamos (y mucho) al pensar que en el momento de la predicación los feligreses desconentan. Que cambian el switch de on a off pensando que pasan olímpicamente de la homilía y de las lecturas. Esta teoría nos lleva a hablar de lo más genérico, eso sí sin ser ordinarios, pero sin exponer con fuerza la Palabra de Dios. Algo. Y cuan pendientes están los fieles a la Palabra de Dios. Hoy mismo atribuí al Rey Nabucodonosor las tropelías cometidas en Palacio con los vasos sagrados a su persona y no a su hijo, el rey Baltasar, quien realmente las cometió. Un error que me hizo ver una gentil feligresa que al final de la misa, me recordé esto. Esto me pasa por esta tan pendiente del Clan Janeiro y lo que pasa en Ambiciones.

Desde este areópago virtual que es internet pido perdón a los que a diario me escuchan y a Dios que ponga en mis labios sus palabras y no las mías. Yo prometo leer menos el papel couché y más el papel sagrado.

HASTA LUEGO CORAZONES... que se me coló la frase de la Igartiburu.

* cfr. Diccionario R.A.E.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajajjaja,
una de los que a diario le escuchamos le felicita porque siempre en sus homilias,si procede,nombra a los universitarios y estudiantes¡¡¡¡

viva el FAther¡¡¡¡

Naircha