Tras una detallada y minuciosa búsqueda, infructúoso fue el resultado. Mientras más buscaba más me veía abocado al fracaso. Una especie de vertiginosa espiral, me arrastraba al más profundo precipicio. Y es que esto de escribir te crea una necesidad fisiológica. Que en un principio se aguanta, se soporta, se tolera, pero llega un momento en que... no da más de sí. Y es que la pluma, o mejor dicho las teclas, hay que sacarlas a pasear como a la perra de Nuria mi vecina del sexto. Y yo llevaba tiempo sin salir a pasear. Hasta que por cuestiones del azar, encontré Times New Roman 12. Es decir, el enlace de un blogero que me había añadido a su lista de favoritos con este sobrenombre: Pensamientos en Times New Roman 12. Si soy sincero, me gustó y mucho. No sé si fue ego, soberbia u orgullo, pero en un santiamén la inspiración se topó conmigo. Fue como si nunca nos hubiéramos separado.
Parece mentira el influjo positivo que produce en los demás, el que nos preocupemos y ocupemos de ellos. Es la mejor medicina para sacudirse la tristeza del alma.