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Los sacerdotes somos unos AFORTUNADOS (con mayúsculas). Dios ha querido por pura gratuidad, por una locura de amor, valerse de nosotros para transmitir su gracia a los hombres. De esta forma manifiesta su misericordia a través de la confesión. Tambié el sacerdote testifica ante el amor humano, para que éste se vuelve sagrado, en el santo matrimonio y finalmente, para acompañar un alma en el trance de esta vida a la vida eterna. Reímos y gozamos con unos y lloramos con otros. Y todo esto puede ocurrir en un mismo día: Un bautizo, una boda, un funeral.
Estos días he vivido el drama de la muerte de cerca, muy cerca. Dos familias de la parroquia, se vieron de súpeto, privadas de un ser querido. Ambos murieron de forma fulminante. Jóvenes los dos. ¿Qué decir en estos momentos? Ante la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cúlmen. La semilla de eternidad que llevamos todos los hombres, se rebela contra la muerte. Y todos los esfuerzos de la técnica, aunque muy útiles, no pueden calmar esta ansiedad del hombre. Es más la prolongación de la vida, una vida longeva, no puede satisfacer ese deseo de vida ulterior que está arraigado en nuestro corazón.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz más allá de los límtes de la miseria humana. Y es que la vida humana, y de estos somos muy conscientes, es demasiado valiosa para desaparecer sin dejar rastro. Sólo bajo los ojos de la fe, el hombre encuentra respuesta a este misterio, pero a su vez esta realidad. Esa respuesta tiene nombre: Cristo. Dios que se hace carne, igual a nosotros excepto en el pecado, para subir al madero santo cargado con nuestros pecados y ofrecer su vida en rescate nuestro. La muerte no puedo con la Vida, y las ataduras de la muerte se vieron rotas con la resurrección de Jesucristo. Y con Él, nosotros también. ¿Qué decir en estos momentos? Dales Señor el descanso eterno y brille para ellos la luz eterna.
* En honor a un santo sacerdote y un fiel seguidor de este blog.
Los sacerdotes somos unos AFORTUNADOS (con mayúsculas). Dios ha querido por pura gratuidad, por una locura de amor, valerse de nosotros para transmitir su gracia a los hombres. De esta forma manifiesta su misericordia a través de la confesión. Tambié el sacerdote testifica ante el amor humano, para que éste se vuelve sagrado, en el santo matrimonio y finalmente, para acompañar un alma en el trance de esta vida a la vida eterna. Reímos y gozamos con unos y lloramos con otros. Y todo esto puede ocurrir en un mismo día: Un bautizo, una boda, un funeral.
Estos días he vivido el drama de la muerte de cerca, muy cerca. Dos familias de la parroquia, se vieron de súpeto, privadas de un ser querido. Ambos murieron de forma fulminante. Jóvenes los dos. ¿Qué decir en estos momentos? Ante la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cúlmen. La semilla de eternidad que llevamos todos los hombres, se rebela contra la muerte. Y todos los esfuerzos de la técnica, aunque muy útiles, no pueden calmar esta ansiedad del hombre. Es más la prolongación de la vida, una vida longeva, no puede satisfacer ese deseo de vida ulterior que está arraigado en nuestro corazón.
Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz más allá de los límtes de la miseria humana. Y es que la vida humana, y de estos somos muy conscientes, es demasiado valiosa para desaparecer sin dejar rastro. Sólo bajo los ojos de la fe, el hombre encuentra respuesta a este misterio, pero a su vez esta realidad. Esa respuesta tiene nombre: Cristo. Dios que se hace carne, igual a nosotros excepto en el pecado, para subir al madero santo cargado con nuestros pecados y ofrecer su vida en rescate nuestro. La muerte no puedo con la Vida, y las ataduras de la muerte se vieron rotas con la resurrección de Jesucristo. Y con Él, nosotros también. ¿Qué decir en estos momentos? Dales Señor el descanso eterno y brille para ellos la luz eterna.
* En honor a un santo sacerdote y un fiel seguidor de este blog.
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