domingo, 13 de diciembre de 2009

Hora punta


180


A lo largo de la jornada, paso varias horas del día metido en la sacristía. Ese lugar cuasi-sagrado donde se guardan los ornamentos litúrgicos, los vasos sagrados y otros artículos de valor, que serán utilizados en la Santa Misa. En este lugar es donde los sacerdotes nos revestimos y preparamos antes de salir a celebrar la Eucaristía. Es por lo tanto, un lugar donde el silencio y el recogimiento son máximos. El orden de los ornamentos, el lavabo limpio, las cajoneras en sus sitio, ayudan enormemente para que nada ni nadie, rompa el silencio sagrado que prepara al sacerdote antes de cada Misa.

Esa es la teoría, que es muy bonita y muy edificante, pero muchas veces la realidad es bien diversa. Sobre todo los domingos. Toda esta definición armoniosa de la sacristía, se va al garate
Día del Señor después de la Misa de la catequesis parroquial y la Misa Mayor de 12 del mediodía. Ese intervalo entre las 11:40 y las 11:50 (tiempo en que termina la Misa y los niños bajan a sus aulas de cate quesis) es similar al ambiente que se vive al cierre de las Bolsas de Río, Milán, Tokyo y NY. (En la Bolsa de Madrid sólo se mueven las hojas del calendario). En esos 10 minutos puede pasar de todo. Los monaguillos antes de llegar a la sacristía ya se están sacando las albas; una señora escocesa aparece para que se le ayude a traducir unos papeles que no entiende en gallego; el teléfono no para de sonar para preguntar a que hora es la misa de 12; Cuqui pregunta por enésima vez si puede rezar el Ángelus (lo reza ella siempre); una señora quiere apuntar alguna misa por sus difuntos; los de Cáritas me recuerdan que hoy la Colecta parroquial es para los más necesitados de la Parroquia; y así podíamos seguir enumerando. Y después de ese frenesí el santo sacerdote sale al altar a celebrar el Santo Sacrificio del Altar. Creo que en esta profesión tenemos más presión que los propios controladores aéreos. Y ojo al dato no cobramos ni la quincuagésiama parte de lo que ellos reciben, nunca nos ponemos en paro (y menos en Navidad y Semana Santa) y estamos operativos las 24 horas al día.

Pero pese a todo esto como disfruto de ese lugar tan divino, pero a la vez tan humano que es mi sacristía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUE ALEGRIA QUE TENGA VIDILLA LA SACRISTIA. BUEN SINTOMA.