Bola de nieve

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Ayer pasé mala noche. Muy mala noche. Lo que me impidió levantarme a la misma hora que mi amigo Hank. Y es que me fui algo preocupado a la cama. Bueno llevaba ya bastante tiempo con dicha preocupación, que yo solo iba rumiando. Y hoy exploté. Un sacerdote mayor, perdón venerable, al verme con tan mala cara me preguntó que me pasaba. Era imposible disimular, aunque al principio esquibava la pregunta, al final solté el sapo.

Y el santo sacerdote me escuchó sin inmutarse. Al terminar me espetó. ¿Cuánto tiempo llevas así? Cinco días contesté. ¿Y has estado sufriendo innecesariamente cinco días, por no querer contárselo a nadie? Sí, volví a contestar. ¡ Chaval, pero eso que te ocurrió (tampoco voy a decir lo qué) nos ocurre a veces, pero es necesario, no obstante, que te formes mejor y que seas sincero con tu director espiritual. ¡ Dirección espiritual !, esa es la palabra clave. Coaching le llaman otros.

Todo eso que me han enseñado en el Seminario y que yo pensabe saber, hasta hoy lo descubrí, gracias a este gastado sacerdote. Y es que hoy viví, in situ, la importancia de ser sincero con aquella persona a la que le hemos confiado nuestra alma. Por eso hace unos años, con inmensa razón, el fundador del Opus Dei decía:

«Acude a la dirección espiritual cada vez con mayor humildad, y puntualmente, que es también humildad. Piensa -no te equivocas, porque ahí Dios te habla- que eres como un niño pequeño, ¡sincero!, al que van enseñando a hablar, a leer, a conocer las flores y los pájaros, a vivir las alegrías y las penas, a fijarse en el suelo que pisa» (Surco 270).

Lo dejo que me voy a la cama. I need it!