You´ll never walk alone

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Tengo que reconocer que nunca he entendido qué es lo que tiene el Camino de Santiago que engancha a la gente. Este desconcierto lo atribuyo, a que soy un urbanita. Gran parte de mi vida me he criado en la ciudad más poblada del mundo: México, D.F. Tal vez sea eso, pero, en verdad, para mi es un auténtico misterio. Caminar cada día una veintena de kms, bajo el intenso sol o la copiosa lluvia. Durmiendo y comiendo donde se pueda. Ampollas y torceduras por doquier... ¿Para qué?

Pese a esta reticencia personal, en breve haré el Camino. Como es Año Santo se los propuse a varios jóvenes de la parroquia. Más que con un fin apostólico, con la finalidad de cubrirme las espaldas, es decir, organizar una actividad para los chavales suponiendo que me iban a dar un no por respuesta y yo así quedar tranquilo. Pero la estrategia me salió rana. Se han apuntado un buen número de jóvenes, tanto chicos como chicas. Que con gran ilusion preparan sus mochilas, botas de montaña, sacos de dormir, polares e impermeables. Lo mismo que tengo que hacer yo, pero añadiendo sobre todo lo que a ellos le sobra: ilusión. Y digo yo: no estaríamos mejor en casa viendo el especial de Fin de Año de Jose Mota, que echan en la Primera o cantando los Villancicos con Nino Bravo. ¡Pues no! a patearse el Camino.

Pues va a ser verdad que el Camino de Santiago es una fabulosa oportunidad, no para encontrarte contigo mismo, sino con Dios. Pues va a ser verdad, que el Camino invita a la reflexión personal al deseo sincero de conversión y al llegar a la catedral (si no antes) confesarse para caminar al mismo ritmo que marca Cristo, quien nunca se separa de nosotros. Por eso, nunca caminamos solos. Siempre en compañía. En grata Compañía.

Ya os contaré al volver como ha sido. Y según haya sido, me uniré a los amigos del Camino en Facebook, o seguiré peleando sólo contra el mundo, en esta batalla más que perdida.