Capicúa

111

Faltan tan sólo 111 días para que concluya el Año Sacerdotal, y ayer en la Hora Santa, haciendo la oración ante el Santísimo tuve una moción. Que nadie se asuste, tener mociones no es nada malo, ni es motivo suficiente para llamar a Iker Jiménez y a su programa de Cuarto Milenio. Fue simplemente, una especie de ráfaga sobrenatural, una fuerza internas de acción, o una especie de impulsos espiritual, con una réplica de 2 segundos, que perturbó mi estado de vigilia en la oración. Y es que durante gran parte de esa Hora Santa, me abandoné en los brazos del Padre o de Morfeo, ahora no sé bien, y de repente sufrí tremenda sacudida. ¡Con lo agustito que estaba!

Durante esos dos segundos vi con claridad meridiana, como tenía que dejar de andar de polideportivo en polideportivo con los chavales jugando fútbol, y a esos mismos, llevarlos un jueves al Seminario a rezar delante del Santísimo Sacramento. En la moción no alcancé a ver el número de chavales que llevaba al Seminario, sólo fueron dos segundos, pero era un grupo significativo. Dos son compañía, tres son multitud.

Aún no sé como se concretará eso, sólo sé que se hará. No sé cuantos iremos, pero en este Año Sacerdotal, y año de Mundial, he visto que de las horas de futbol saldrán vocaciones al sacerdocio. Eso sí, avaladas estas horas con muchas más horas de oración, de mortificación y de trato personal con cada uno de ellos. Ahora lo comprendo todo. Yo sólo vi, o quise ver, la última parte de la moción. Pero ésta venía precedida por esos elementos: oración, mortificación y trato personal.

¡Fijaos como anda la crisis, que la moción que me manda el Paráclito, sólo me da para la última parte!